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10 de noviembre de 2010

Barrigas

"No se puso piedra alguna sobre otra con amor o reverencia; no se trazó calle alguna para la danza ni el goce. Juntaron una cosa a otra en una pelea demencial por llenar la barriga y las calles huelen a barrigas vacías y barrigas llenas y barrigas a medio llenar. Las calles huelen a un hambre que no tiene nada que ver con el amor; huelen a la barriga insaciable y a las creaciones del vientre vacío que son nulas y vanas".[1]

Es propio del ser humano el ejercer el mando y el obedecer, sea al interior de él mismo, sea al exterior de él en las relaciones que teje con otros hombres. Esta es una posición comprensible; no solo es en la vida con otros hombres, en sus ciudades, donde debemos obedecer y obligar a ser obedecidos, dentro de nosotros algo está en constante lucha contra nosotros mismos.

Esta lucha es una búsqueda de claridad sobre nuestra propia vida, sobre las expectativas que tenemos sobre nosotros mismos, o que pensamos que debemos cumplir, y el engaño colorido al que estamos entregados día a día: nuestras necesidades inmediatas, las exigencias que aceptamos como validas para nuestras propias vidas.

La esclavitud está en la naturaleza del hombre. La afirmación pertenece a Aristóteles[2]y resulta relevante por dos motivos; en primer lugar por la vigencia que sus ideas tienen en el mundo actual[3], en segundo lugar por lo difícil que resulta el salir de esta concepción(siguiendo sus principios, claro está), cuando nos planteamos los motivos de nuestra pasividad frente a la acción. A qué me refiero, al despertar a la posibilidad de dirigir la propia vida, de conducirla y no hacerlo. Sea pues ésta, más que una discusión escolástica –más- sobre la naturaleza humana, un ejercicio de reflexión sobre una explicación teórica que parecería encajar con un problema actual, la inactividad.

Ser señor de sí mismo, ser un buen amo implica el poder dirigir nuestra propia vida. Requisito necesario de todo buen capitán al mando de una nave es conocer el rumbo, saber ordenar lo que más conviene para toda la tripulación aún cuando esta no sepa hacerlo (o precisamente por esto). Pero es una solución pensada al nivel de las circunstancias.[4] Pero habría que tomar en cuenta lo siguiente: la obediencia que se exige no nace de la imposición, sino de la falta de capacidad de decisión que la mayoría de la tripulación tiene, siguiendo con la metáfora aristotélica.

Buscamos el sometimiento, la falta de voluntad, el caminar a obscuras por el mundo[5]. Tanto la esclavitud como la necesidad de poseerla esta cocida a la naturaleza humana.

Nuestras sociedades modernas están enfermas de imágenes[6] y su enfermedad plantea que es normal el dejar pasar lo que cada hombre más desea hacer consigo mismo. Son las circunstancias, el devenir diario, las opiniones de otros las que terminarán decidiendo. Nietzsche se preguntaba ya entrado en años “como es que llegamos a ser lo que somos”, y su pregunta encuentra ecos dolorosos. Somos esclavos de todo lo que nos pasa a diario. Aristóteles no atribuye ni siquiera la esclavitud a la violencia[7], sino a nuestro descuido para con nosotros mismos, y es precisamente el tema que merecería un momento de reflexión.

Barrigas, Miller[8] veía barrigas hambrientas por satisfacer sus necesidades más primitivas en las calles, en sus casas, en compañía y a solas. Hambrientas hasta el infinito en su búsqueda de riquezas, de poder, porque en ambos casos -o en las infinitas gamas entre ellos- es el mismo vivir dormidos para consigo mismos. Los esclavos no fueron hechos por mano de hombre, más que por la de sí mismos. Nacieron y vivieron como esclavos y morirán así, como un ato de puercos desbocados. En estas circunstancias lo mejor que puede hacerse por ellos es mandarseles, corregirseles, dirigirseles bien.



[1] Herry Miller, Trópico de Cáncer

[2] Cfr. La Política, Libro I, Cap. 2.

[3] Es fácil seguir el curso de la influencia que ejercen sus ideas en el surgimiento del renacimiento en Occidente y el intento teórico de postularlas como metas a realizar o contrastar en las nuevas tierras de América. A tal grado que la naturaleza anímica de los indios americanos fue atacada y defendida bajo estas mismas ideas. Cfr. www.upf.edu/materials/fhuma/unesco/textos/2.pdf

[4] El papel que ocupa dentro del planteamiento que presenta Aristóteles en La Política esta teoría es el de las primeras comunidades humanas, enfrentadas a la naturaleza en su sentido más violento (si las circunstancias lo exigen), pero sigue teniendo validez porque es lo mismo lo que se juega día a día en todas las épocas: la propia vida.

[5] El propio.

[6] Y de los sueños y metas que estas nos plantean. Lo mismo que del religiosímo de otros tiempos.

[7][7] La Esclavitud Natural, base de su sistema político, no la Esclavitud Política que si es forzada.

[8] Cfr. Herry Miller, Trópico de Cáncer. La referencia parecería ajena en un comentario a Aristóteles, pero no en cuanto al tema, si consideramos que son estas barrigas, sus casas de fieras extendidas por las calles y ciudades son la expresión de un malestar que identificaba –en el ámbito literario- con la forma de vivir en América, y su carrera loca por el consumo. Un mal muy extendido en nuestra época.

1 comentario:

Imperia Fonseca dijo...

pos está interesante la reflexión, por mientras aporto los libros mencionados

http://www.4shared.com/document/LTJdtkeK/Miller_Henry_-_Trpico_De_Cncer.htm

http://www.4shared.com/document/Oi07-cqV/Aristoteles_-_Politica.htm