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27 de octubre de 2010

Discusiones antropológicas sobre patriarcado

Como se dijo en otro momento, la antropología fundamentó los primeros análisis feministas que utilizaron como categoría analítica al patriarcado. Desde dicha disciplina se ha afirmado que son los cabecillas quienes dominan tanto la redistribución igualitaria como la estratificada, incluso en nuestres tiempos. Así, el poder económico, político y religioso, tanto como el control armamentístico, sigue estando en manos masculinas. Las hipótesis que dan vida a estas lecturas son viariadas, sin embargo podemos ubicar dos generales: por un lado, que el patriarcado ha surgido en un momento histórico particular, suplantando el orden matriarcal y/o igualitario; por otro, se parte del patriarcado como el modo de organización de todas las sociedades humanas desde el origen de la especie.

La primera hipótesis sobre el origen del patriarcado, organización social que supliera las organizaciones matriarcales, se presta a distintas interpretaciones. Las del orden mítico explican la instauración de un nuevo orden gracias al héroe civilizador que pone fin al inadecuado, caótico e irracional, orden femenino. Entre los ejemplos antropológicos que citan están les aborígenes del Amazonas. Al respecto, las críticas feministas cuestionan la caracterización que el planteamiento hace del supuesto matriarcado originario, característico por su mala administración del saber y la justicia, además, el cristianismo también legitimó el orden patriarcal-masculino convirtiendo a las mujeres en las introductoras del mal en su exclusiva calidad de cuerpo sexuado eminentemente reproductor.

Al respecto, vale la pena rescatar las reflexiones de las feministas socialistas que apoyadas en el materialismo histórico, especialmente en Engels, analizan la relación entre modo de producción y organización familiar. Así, el objetivo para ellas es ver cómo se relacionan la propiedad privada, la esclavitud y el matrimonio monogámico con la dominación de las mujeres, con la expropiación –digamos- de su cuerpo y sexualidad.

La segunda hipótesis, aquella que habla del sistema patriarcal transhistórico, es actualmente la más popular. Así, suele parlarse de la universalidad del patriarcado en el tiempo y el espacio, con mayor o menor intensidad, según el tipo de organización socioeconómica y política; en otras palabras el patriarcado es metaestable. Un buen ejemplo de esta hipótesis y su correlato analítico es el de Alicia Puleo.

Aunque las interpretaciones anteriores son las principales, no son las únicas. Las teorías bio-behavioristas resaltan el papel de la caza en el proceso de hominización. Desde esta perspectiva la organización social patriarcal provendría de la especialización creciente de los machos homínidos, que monopolizan las actividades de caza y dejan a las mujeres la recolección.

Por su parte, la antropología estructuralista concibe la mente humana como un sistema de categorías binarias y opuestas, insistiendo en las asociaciones universales entre mujer y naturaleza, por un lado, y hombre y cultura, por otro. Sherry Ortner afirmó a mediados de los setenta que todas las culturas consideran a la mujer como algo que menosprecian, parte de algo inferior que hay que dominar: la naturaleza. En otras palabras, las mujeres fueron reducidas a la creación natural, mientras los hombres se dedicaron a crear a través de la tecnología y los símbolos. Vale la pena destacar que la principales críticas a este argumento se basan en el cuestionamiento a las aproximaciones biologicistas/esencialistas/etnocéntricas.

En una línea similar encontramos a Michelle Rosaldo (antropóloga), quien se explica la realidad a través de las esferas jerarquizadas. Así, por su capacidad reproductora y sus tareas en la crianza de les niñes, las mujeres son relegadas al ámbito doméstico, mientras los hombres se reservan el ámbito público.

Incluso se encuentran explicaciones desde las relecturas psicoanalíticas. Por ejemplo, Nancy Chodorow, a partir de su teoría postfreudiana, argumenta que como son las madres las encargadas de la crianza de les hijes, los niños, para afirmar su identidad masculina, ponen distancia y hasta desarrollan agresividad con respecto a la primera figura femenina que conocen. Así, según Chodorow, la misoginia patriarcal se origina en la etapa de afirmación del ego masculino.

Para profundizar en esta discusión se recomienda profundizar en la revisión de los textos expuestos por Alicia Puleo en Patriarcado y especialmente echarle un lente a El tráfico de mujeres: notas sobre la “economía política” del sexo, de Gayle Rubin.

Discusiones en torno al patriarcado

Para iniciar la discusión comenzamos con la reflexión de Alicia Puleo en el texto Patriarcado (1995). La autora retoma a Amelia Valcárcel quien asegura que el concepto de patriarcado sufrió una evolución a partir del siglo XIX con el pensamiento antropológico e histórico[1], disciplinas desde las cuales se planteó la hipótesis de un matriarcado originario que habría sido reemplazado por el patriarcado. Así, a partir de una reflexión histórica que denunciaba la injusticia y opresión, el patriarcado dejó de ser considerado por algunes teóriques como el pacífico y sabio gobierno de los ancianos (significado que persiste hasta el momento)[2] , para convertirse en un sistema de dominación y explotación de las mujeres.

En este sentido, la utilización del término patriarcado en el sentido crítico, comienza en el siglo XIX y se establece en la teoría feminista de los años setenta del siglo XX, definido como “la hegemonía masculina en las sociedades antiguas y modernas”[3].

Las primeras feministas radicales norteamericanas, gringas, se valieron del término patriarcado como clave de su análisis de la realidad. Desde este enfoque, los hombres tienen intereses específicos que les llevan a ocupar el papel de agentes activos en la opresión de las mujeres. Así, la sexualidad y la reproducción aparecen como dos elementos claves de la sujeción femenina, aunque no los únicos pues la dominación patriarcal también es evidente en el ámbito laboral y en la familia, con la extracción de apoyo emocional que refuerza el ego masculino.

El neofeminismo[4] define el patriarcado como una política sexual ejercida por el colectivo de varones sobre el colectivo de mujeres, que a su vez se traduce en la dominación presente aun en los actos aparentemente más privados y personales. La política es entendida, en este caso, como el conjunto de estrategamas destinadas a mantener un sistema[5]. De esta concepción amplia de política, surge el lema neofeminista de “lo personal es político”, que rompe con la dicotomía de las esferas privada y pública. Este lema dio lugar, en los años setentas, a la militancia antipatriarcal, en la que las mujeres discutieron sus propias vivencias para descubrir que lo que consideraron problemas personales eran experiencias comunes a todas las mujeres. Es entonces cuando cuestiones como la autoestima, el desamor, las relaciones afectivas con la pareja y la familia comienzan a ser examinadas bajo un lente distinto.

Sin embargo, no todas las teóricas feministas utilizan el término patriarcado. El concepto, tal como lo emplean feministas radicales como Millet o Firestone, ha sufrido fuertes críticas por parte de algunas feministas socialistas[6], desde el marxismo y el pensamiento postmoderno. Otras prefieren hablar del sistema de género-sexo, expuesto inicialmente por Gayle Rubin, aludiendo a cualquier organización, no necesariamente opresiva ni jerárquica, entre los géneros. Las radicales materialistas francesas, por su parte, consideran que la existencia misma de los géneros forma parte de la estructura patriarcal. En el caso de la filósofa española Celia Amorós, el patriarcado y el sistema de género-sexo son sinónimos, y sostiene que la marca de género es el signo de la pertenencia a un grupo social con determinadas características y funciones, para lo cual la socialización de género induce una identidad sexuada distintiva entre los roles sexuales prescritos a hombres y mujeres.

Finalmente, para Elisabeth Badinter, como para algunes pensares postmodernes, el patriarcado ya no existe, hemes llegade a la sociedad transexual en la que cada persona elige el sexo y el modo de vida que más le atrae[7].

Lo cierto es que las defensoras del patriarcado como concepto y categoría analítica coinciden en que la organización patriarcal encuentra sus mayores armas en la universalidad y longevidad. En otras palabras, el patriarcado es un conjunto de prácticas que crean el ámbito material y simbólico que les es propio y que favorece su continuidad.

Para el estudio del patriarcado se han usado diferentes enfoques que atienden a diversos niveles de la realidad social:

1) Teorías macroestructurales - ocupadas en sus aspectos económicos.

2) Teoría medioestructural - analizan las estructuras de organización laborales y la influencia que tienen en la conducta de les empleades.

3) Teoría microestructural – observa las interacciones entre hombres y mujeres en la vida diaria, con especial atención en los matrimonios.

4) Teorías de la socialización – centran su interés en los castigos y recompensas a partir de los cuales el mundo adulto impone modelos y conductas de género a les niñes.

Volviendo a la autora de Patriarcado, me parece sumamente rescatable el recordatorio epistemológico de Alicia Puleo pues, como asegura, no debemos esperar que el concepto de patriarcado nos explique los detalles concretos de cómo funciona una sociedad patriarcal dada; sólo facilita un marco teórico posible para interrogar a la realidad social que nes interese. Así, en la tónica propuesta, Puleo expone algunas de las manifestaciones, y modificaciones, patriarcales a partir del análisis de 1984 de Orwell y Un mundo feliz de Huxley. Específicamente, pone bajo la lupa y discute la relación entre coerción y consentimiento. En mi opinión, su propuesta resulta importante cuando permite preguntarnes por el gran hermano que nos dora la píldora haciéndones creer que somes felices auto/vigilándones.

En fin. Aquí una introducción a la discusión. ¿Ustedes qué opinan? ¿En sus vidas tiene lugar la dominación? ¿Cómo? ¿Sólo la viven o también la ejercen?... Vames pensande pues las relaciones de poder.

Bibliografía

Puleo, Alicia, Patriarcado en Amorós, Celia (dir.), Diez palabras clave sobre Mujer, Pamplona, Editorial Verbo Divino, 1995, pgs. 21-54.



[1] Con el jurista suizo Bachofen y el antropólogo americano Lewis Morgan.

[2] El diccionario de la Real Academia Española, en su vigésima primera edición, publicada en 1992, define “patriarcado” como: “Dignidad de patriarca. Territorio de la jurisdicción de un patriarca. Gobierno o autoridad del patriarca. Sociol. Organización social primitiva en que la autoridad es ejercida por un varón jefe de cada familia, extendiéndose este poder a los parientes aun lejanos de un mismo linaje. Período de tiempo en que predomina este sistema”. En una quinta acepción que ofrece de patriarca dice: Fig. Persona que por su edad y sabiduría ejerce autoridad en una familia o en una colectividad”.

[3] Etimológicamente, patriarcado significa “gobierno de los padres”, aspecto que ha permitido a las teóricas feministas (que usan el término) señalar que la dominación de las mujeres estaba acompañada de la subordinación del varón joven al adulto.

[4] Kate Millet en Sexual Politics, una de las obras fundacionales de la corriente.

[5] Esta acepción de la política es deudora de la Escuela de Fankfurt.

[6] Una interesante discusión es la que entablan Sally Alexander y Bárbara Taylor con Sheila Rowbotham.

[7] Vale la pena destacar que el texto de Puleo no profundiza en los giros teóricos y conceptuales que plantean teorías como la de Judith Butler o Monique Wittig. Así es comprensible que por lo aquí expuesto en relación a las lecturas postomodernas suenen triviales y vacías. En otro momento habrá tiempo de profundizar en estas aportaciones que mucho deben a las escuelas francesas de Lacan, Foucault y Bourdieu, entre otres.