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8 de diciembre de 2010

Barrigas incardinadas en la política de localización

Don Cajas, ¡qué gusto leerte por fin!

Iniciaré diciendo que disto mucho de ser docta en la materia de filosofía, sin embargo he tenido el acercamiento necesario para decidir que debo tomarlas –pues son variadas- “con pinzas”. Tu texto me recordó ese principio, el de la duda sobre las ideas, las formulaciones, las palabras, sus significados -espacio temporales- y las prácticas que les sustentan. Considero que el planteamiento que haces toca muchos puntos, tantos que me resulta complicado tocarlos todos de un jalón; me conformo entonces con dejar claro mi punto.

Si “la esclavitud está en la naturaleza del hombre”, tengo motivos de sobra para regocijarme en mi ser mujer y, aunque a simple vista me siento salvada/curada por mi ausencia en el lenguaje que usas, no puedo dejar de reconocerme. En otras palabras, el lenguaje sexista que utilizas me interpela al negarme la posibilidad de existir. Alzo mi palabra frente a la negación y desde la lucha que muchas mujeres entablames por existir, inicialmente bajo esos parámetros en los que las filosofías mucho han impactado para, después, a partir de nuestra ininteligibilidad, abrir posibilidades al hacer consciente el conflicto del poder para sí.

Parto de la palabra/experiencia/contramemoria y en ese sentido de la subjetividad localizada; así no pienso justificar o victimizar a les pensadores (hombres y mujeres) patriarcales, y mucho menos estoy dispuesta a pasar por alto la responsabilidad que tenemes cada vez que pensames/decimes/actuames. En este sentido, puedo explicarme que los grandes pensadores -desde los griegos hasta Freud, diría Jeffrey Weeks-, por integración/asimilación/omisión/negación tuvieran el sello de los distintos marcos referenciales que caracterizaron sus tiempos. …. Por fortuna el tiempo pasa, siento, y deja de pasar en vano cuando le encontramos la dinamia.

Para contrastar tus ideas voy a utilizar algunas otras de una mujer/italiana/filósofa/feminista/de la diferencia, Rosi Braidotti, en Feminismo, diferencia sexual y subjetividad nómade (2004). La autora explica, en mi opinión, muy adecuadamente el proceso sexista de (a)signar en las filosofías clásicas y modernas,

“la categoría Mujer, pese a las diferencias que ciertamente existen entre las mujeres individuales, se identifica culturalmente como una categoría signada por supuestos comunes culturalmente impuestos… Tal es la representación tradicional de la mujer como irracional, hipersensible, destinada a ser esposa y madre. La mujer como cuerpo, sexo y pecado. La Mujer como “distinta de” el Hombre. …” (Braidotti, 2004:12).

Lo cierto es que independientemente de la filosofía religiosa, política, biológica y del conocimiento, la premisa de Jack London es fundamental para analizar el desarrollo de las ideas: “algo tenía que cambiar para que todo siguiera igual” y, entre otres, Aristóteles siga resonando en las cabezas humanas sojuzgadas al arbitrio de la naturaleza. Así, “cabe considerar algunas de las quejas misóginas tradicionales contra la supuesta incompetencia intelectual y moral de las mujeres como una mera técnica retórica cuyo objetivo es construir al Hombre elevándolo a la categoría del modelo ideal. La misoginia no es un acto irracional de odio a la mujer sino, más bien, una necesidad estructural, un paso lógico en el proceso de construir la identidad masculina oponiéndola –es decir, rechazando- a la Mujer. Consecuentemente, la Mujer se vincula con el patriarcado por la negación” (Braidotti, 2004:12).

A pesar de ello, de la negación a la que nes enfrentames las mal llamadas minorías, no niego; por el contrario, busco reconocer los mecanismos que las hegemonías han utilizado para el ejercicio del poder y darles los giros necesarios para llegar a lo político de lo personal y lo personal de lo político. Siguiendo la línea de pensamiento de Virginia Woolf, Simone de Beauvoir, Nancy Miller y Teresa de Lauretis quiero situar “el tema de la subjetividad en el marco de las cuestiones relativas a los derechos y a la autoridad, es decir, al poder. (Así) Se establece pues una conexión entre la política y la epistemología, consideradas como términos de un proceso que construye también al sujeto en cuanto agente material y semiótico” ( Braidotti, 2004: 15).

Partiendo de la “política de localización” como metodología feminista, de Adrienne Rich, considero “que el pensamiento, el proceso teórico no es abstracto, universalizado, objetivo ni indiferente, sino que está situado en la contingencia de la propia experiencia y, como tal, es un ejercicio necesariamente parcial. En otras palabras, la propia visión intelectual no es una actividad mental desincardinada; antes bien, se halla estrechamente vinculada con el lugar de la propia enunciación, vale decir, desde donde uno realmente está hablando” (Braidotti, 2004: 15). Vale la pena notar aquí que no se trata de relativismo sino de un enfoque, citando a Braidotti, topológico del discurso donde la posicionalidad resulta crucial[1].

Dicho lo anterior como mi punto de partida, como localización de mi pensamiento/palabra/experiencia/acción, considero que la principal diferencia que encuentro con tu planteamiento es de orden epistemológico. Por ello iré describiendo y planteando los puntos de encuentro y desencuentro que tengo con tu discurso/texto/palabra para ubicar(me) algunas posibilidades de acción/resistencia frente al ejercicio del poder sobre otres.

Me parece fundamental el conflicto/lucha/resistencia que denotas como la búsqueda de claridad sobre nuestra propia vida, sin embargo no coincido con la concepción de sujeto que utilizas. El tuyo se trata de un sujeto moderno, blanco de clase alta, religioso, propietario en edad reproductiva que, por fortuna está en crisis. “Y no hay vuelta atrás: el estado de crisis es la manera de ser de la modernidad”, asegura Braidotti. El caso es que está en crisis como muchas otras cosas y no podemos lamentarnos por las masculinidades, hay que poner manos a la obra porque se acabaron las certidumbres.

En este sentido pienso que el fenómeno de la inactividad puede abordarse desde las relecturas feministas de la modernidad, que apuntan a “la evaluación de los lazos o de la complicidad entre conocimiento y poder, razón y dominación, racionalidad y opresión, y de todos ellos con la masculinidad” (Braidotti, 2004: 38). Al respecto, recomiendo no sólo la lectura de Braidotti sino la de de Pierre Bourdieu y, claro, el complejo e interesante análisis de Foucault en relación a los poderes y las resistencias.

Para salir de las discusiones esencialistas, sexistas y falocéntricas, racistas, colonialistas, dicotómicas y fundamentalmente maniqueas, pero secularizadas por la medicalización, tendríamos que entrarle a las discusiones que dan vida a las filosofías postomodernas. Si logrames perderle el miedo a las teorías que se desarrollan desde la segunda mitad del siglo pasado, muy influenciadas por las discusiones y filosofías feministas, podremes intervenir al sujeto enfermo de las sociedades modernas que se conforma y obedece en su vida cotidiana, que no es lo mismo que el devenir diario. Podríamos llegar al punto de concebir al sujeto “como una zona de interacción de la voluntad con el deseo (…) Ello equivale a afirmar que lo que sustenta todo el proceso de “devenir sujeto” es la voluntad de saber, el deseo de decir, el deseo de hablar, de pensar, de representar” (Braidotti, 2004: 42).

Considero que para romper con el prejuicio de la obediencia no como imposición sino como “falta de capacidad de decisión” tendríames que echarnes un clavado a la vida cotidiana como espacio en tensión, de reflexión y acción en la medida en que destejames las complejas relaciones de poder que dan vida a las relaciones entre personas. Así, repensar la cotidianidad permitiría hablar de condiciones para la decisión más que de capacidades. De lo contrario seguiríamos estando a merced de las filosofías, diversas, y los argumentos infantilistas que han dado vida a mecanismos de dominación varios.

Finalmente, me parece fundamental rescatar el proceso de “devenir” del que habla Braidotti retomando a Deleuze. “Devenir es un proceso intransitivo, no alude a un devenir en particular, sino solamente a esa vida a la cual uno se siente atraído y que es capaz de sostener en el borde, pero no por encima de él (la salida de Bataille). No está exento de violencia pero es profundamente compasivo. Consiste en una sensibilidad ética y política que empieza por reconocer las propias limitaciones como la necesaria contraparitda de las propias fuerzas o encuentros intensivos con los múltiples otros. Tiene que ver con la adecuación de nuestra intensidad a los modos y al tiempo de su promulgación. Solamente puede estar incardinado e insertado porque es interrelacional y colectivo” (Braidotti, 2004:169).

BIBLIOGRAFÍA

Braidotti, Rosi y Amalia Fischer Pfeiffer (ed), 2004. Feminismo, diferencia sexual y

subjetividad nómade, Barcelona, Gedisa.



[1] Desde el marco conceptual feminista, marcado principalmente por las teorías de la diferencia sexual, el sitio primario de la localización es el cuerpo, de ahí la subjetividad incardinada. Un enfoque importante es el de Gayatri Spivak (1987). También se recomienda consultar a Conna haraway (1988) para conocer su desarrollo teórico sobre “saberes situados”.

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